El almuerzo escolar en Japón es sinónimo de comida sana y equilibrada, elaborada con productos frescos de cultivo local. Son muy pocas veces las que usan productos congelados, y siempre usarán la mejor carne (en lugar de embutidos misteriosos a los que en occidente estamos tan acostumbrados).
Los niños tienen en buena estima la comida que les ofrecen en el colegio, y le piden a sus padres que las recreen en sus casas. Ellos llaman a los centros educativos pidiendo las recetas. Así funcionan las cosas en los comedores escolares japoneses.
Una buena alimentación es fuente de buena salud, y así lo practican en Japón, donde los almuerzos escolares son saludables y equilibrados, constituyendo un motivo de orgullo de la nación (¿cuántos países más pueden decir eso?).
La mayoría de los países concurren a empresas subcontratistas que elaboran menús cuyo principal objetivo es obtener beneficios económicos en detrimento de la calidad del servicio que entregan. Sus menús escolares se elaboran en grandes cocinas centrales, se congelan y se reparten a los centros escolares para ser recalentados y servidos.
Este proceso obviamente afecta las características organolépticas del producto, que muy poco tendrá que ver con el aporte nutritivo de una comida fresca.
Por el contrario, en las escuelas niponas se ofrece el mismo tipo de comida que comen en sus casas, elaboradas siempre desde cero en los mismos centros educativos. Se sirven abundantes cantidades de arroz, pescado, verduras y sopas, que protagonizan estos menús equilibrados y nutritivos.
Este sistema hace a la sociedad gastar menos en salud, ya que todos tienen un organismo más fuerte y nutrido. Además, y gracias a esta política, Japón tiene una de las tasas de obesidad infantil más bajas del mundo.
A los niños se les enseña cultura alimenticia, y cada escuela cuenta con nutricionistas que trabajan para educarlos en esa senda (y hasta los niños más quisquillosos entienden).
De esta forma, los colegios educan en valores, entregan salud y fomentan la autosuficiencia a través del almuerzo.
Esa educación se entrega en la práctica también encargándole a los propios estudiantes el servicio de la comida a sus compañeros de clase. Usando chaquetillas blancas, gorras y mascarillas, los niños asumen el papel de asistentes del comedor. A todos se les sirve la misma porción y, si no les gusta, no hay opción de máquina expendedora de golosinas, así que se la terminan comiendo igualmente.
Los niños comen en su aula correspondiente, y al finalizar el almuerzo dejan todo recogido y limpio, ya que en Japón se entiende que la colación también es parte de la educación y se integra al programa formativo igual que las matemáticas, el inglés y el arte.
Esta filosofía convierte al país nipón en uno de los líderes mundiales en lo que se refiere a almuerzos escolares: la hora del almuerzo les enseña de nutrición y alimentación, de trabajo en equipo, de servicio a la comunidad y de la importancia de la autonomía. Sin duda, un ejemplo a seguir.
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